Papa de la Iglesia Católica Apostólica y Romana
Reciba un cordial saludo de la Asociación de Ateos y Agnósticos de Bogotá.
Gran eco tomaron sus palabras de que la salvación predicada por el cristianismo está disponible para nosotros, los ateos y ateas del mundo. Muchos periodistas resaltaron su deseo de acercarse a los que hemos renunciado a la fe religiosa, o que nunca la hemos tenido, señalando la diferencia de tono entre usted y su predecesor Joseph Ratzinger, quien vinculó el ateísmo con el nazismo durante su sermón en el viaje a Inglaterra en el 2010.
Afortunadamente usted no siguió ese ejemplo. Lo cual sería deplorable ya que la iglesia que usted preside firmó un concordato con Hitler a cambió de la disolución del partido católico alemán para dejarle el paso libre a este funesto personaje que se autodenominó católico, además que los obispos de su iglesia apoyaron con entusiasmo al gobierno pro-nazi y genocida de Croacia de Ante Pavelic bajo el silencio cómplice del Papa Pio XII.
En su misa del 22 de mayo afirmaba que "El Señor a todos, a todos nos ha redimido con la sangre de Cristo: a todos, no solo a los católicos. ¡A todos! 'Padre, ¿y los ateos?’. A ellos también. ¡A todos!"
A lo cual le respondo que seguimos sin entender cuál es la lógica de la redención que predica. En su credo se asume, sin ninguna evidencia, que todos los humanos nacemos con una mancha de pecado original que nos aleja del dios de la Biblia, y que para salvarnos de ir a un infierno, que este mismo dios dispuso, se hace necesario aceptar como expiación una muerte en la cruz ocurrida hace poco más de dos mil años.
Sabemos que la historia del pecado original de Adán y Eva es tan sólo un mito. ¿Cuándo entonces entró el pecado original? ¿Tenían esta mancha los australopitecos de los que provenimos o apareció esta con la aparición del Homo sapiens? ¿Qué sentido tiene un sacrificio tortuoso por un pecado original cometido por personajes que no existieron? ¿No puede este dios tan sólo decidir perdonar a la humanidad sin la horripilante agonía de una crucifixión? ¿Pretende este dios salvarnos de un infierno qué el mismo creo? ¿Entonces, para que lo hizo? Sabe de antemano quien se salvará y quien no, ya que es omnisciente ¿Entonces, somos tan sólo los actores de un guión preestablecido? ¿Cómo se puede estar seguro que este Jesús es parte de dios y no un simple mortal que fue divinizado?
Pretender que la sangre de Jesús salvó a toda la humanidad es una afirmación que se hace sin prueba alguna. Por lo tanto es un atentado contra la razón. Es por esto que no vemos motivo para agradecerle el ofrecimiento de salvación, porque ni nos hemos perdido, ni tenemos que abrazar un hecho inexistente para alcanzar un premio del que no hay manera de saber si existe porque se recibiría tras la muerte. Es algo completamente absurdo, pero también arrogante.
No nos interesa ser redimidos. No queremos cargar con la tortura psicológica de que tenemos una mancha de pecado original o que debemos aceptar, sin prueba alguna, que la muerte de un predicador judío, que nunca fundó iglesia, religión, ni estableció clero alguno, es la expiación para las faltas reales o imaginarias de los miembros de esta especie de primate bípedo. Hacerlo sería una falta de honestidad intelectual, y nos pondría al servicio del clero y de su moral religiosa que tiene una obsesión morbosa por la vida sexual de las personas para reprimirla y cargarla de culpa.
En su homilía hizo usted un llamado para hacer el bien, afirmando que si los ateos también hacemos el bien nos encontraremos "allá", haciendo alusión al cielo que ustedes predican. Debo comentarle que los valores como la paz, la honestidad, la responsabilidad, la bondad y demás no deberían ser promovidos a cambio de un premio, sea este real o imaginario, como pensamos que es el caso del cielo. Cielo que los autores de la Biblia fijaron entre las nubes que vemos (Hechos 1: 9-11; Mateo 24:30) pero que resultó no estar habitado por ángeles ni por dios alguno. Tampoco estamos de acuerdo en que se promuevan los valores con la amenaza de terminar en un infierno. Una persona que no robe o no mate para evitar ir al infierno, no es realmente buena. Solamente se comporta según unas reglas externas que no ha interiorizado ni hecho parte de su estructura moral. Es más saludable promover los valores simplemente porque son lo mejor para todos en el mundo.